Queridos lectores,
Hay un temor que me atormenta desde hace meses. Bueno, más que temor es una certeza. La certeza de que estamos viviendo los últimos meses antes de un estallido de escala planetaria, en el que las múltiples contradicciones de nuestro sistema económico y de explotación de recursos no podrán ser soslayadas o evitadas por más tiempo y que romperán con toda su intensidad, haciendo que el descenso por el lado derecho de la curva de Hubbert sea más abrupto que lo que nos marca la idealizada previsión inicial. Varias crisis se están desarrollando ahora mismo, pero nuestra atención está fijada en la crisis económica que sufrimos cada uno en nuestro país respectivo (sin ver que todos los países están en similar situación), mientras que nuestros medios de comunicación prácticamente sólo tienen ojos para la crisis financiera (puesto que ésta es la que más interesa al gran capital, quien es a la postre quien posee y financia estos medios). Y todas las demás crisis que se están desarrollando pasan por completo ignoradas, cuando en realidad están más conectadas de lo que pensamos con nuestras más cercanas preocupaciones. De todas esas otras crisis ignoradas, hoy destacaré tres que forman una cadena lógica de ominosas implicaciones para nuestro futuro: la crisis energética, la crisis climática (incidiendo en el problema del agua) y la crisis de los alimentos.
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